Facultad de Ciencias Sociales

CONVERSAMOS CON | Prof. Felipe Torres, sobre la sociología del tiempo y la teoría de la aceleración

El profesor Torres —recientemente integrado a nuestra planta académica— lanzó el viernes pasado su libro: Temporal Regimes: Materiality, Politics, Technology con la editorial británica Routledge. Los/as invitamos a conocer más sobre sus líneas de investigación, entre ellas, la sociología del tiempo y la teoría de aceleración.

Profesor ¿qué es la sociología del tiempo? y ¿qué entienden por «tiempo» los/as sociólogos/as? 

Partiría diciendo que la sociología del tiempo como tal no es un campo totalmente establecido al interior de la sociología. Existen diversas aproximaciones que no responden a un ‘canon’ compartido aún cuando es posible citar los trabajos de George Gurvitch a mediados del siglo 20 y los de Barbara Adam a fines del siglo pasado como referencias fuertes. Esta falta de unidad, sin embargo, no es un problema en mi opinión. Responde más bien al estado actual de la investigación a nivel global, muy diversa y preocupada de entender fenómenos más en sintonía con su especificidad que con su generalidad.
Dicho esto, en las últimas décadas, especialmente desde comienzos de los años 2000’s, ha existido un interés creciente por la dimensión temporal de los fenómenos sociales y culturales en sentido amplio. En este contexto, la ‘sociología del tiempo’ comprende diversas esferas de investigación que van desde la tesis de la ‘compresión espacio-temporal’ de Harvey o Giddens, la teoría de la aceleración de Rosa, o la tesis de los tiempos múltiples de Sharma según la cual las experiencias temporales por estratos o grupos pueden ser separadas en diversas categorías dependiendo si estamos en un entorno rural o urbano, o si asistimos a diferencias por género, edad o grupo socioeconómico. En síntesis, lo que podemos llamar la ‘sociología del tiempo’ supone una gama amplia de estudios sobre las causas y consecuencias de fenómenos temporales al interior de las sociedades actuales que van desde los análisis más generales de la experiencia temporal ‘moderna-occidental’, así como a estudios más concretos sobre las distintas formas que esta experiencia adopta.

¿Quiénes son sus principales exponentes?

Teniendo en mente lo mencionado en la respuesta anterior, es decir, la falta de una línea disciplinar como tal, se puede decir que existen algunos nombres de cabecera. Entre los principales exponentes uno podría indicar a Hartmut Rosa con su teoría de la aceleración, Helga Nowotny y sus trabajos sobre patrones temporales modernos y posmodernos, o Barbara Adam y su obra sobre el tiempo en la teoría social. También existen algunos intentos por sistematizar lo que se entiende por sociología del tiempo en libros tales como Time and Social Theory de la propia Adam o en el libro editado por John Hassard The Sociology of Time desde un punto de vista más enciclopédico. Por último, en un nivel más actual no dejaría de mencionar el trabajo de Simon Glezos The Politics of Speed el cual es un estudio sobre la financiarización y desterritorialización como ejemplos del primado actual del tiempo sobre el espacio, o, en un sentido distinto, el libro de Judy Wajcman, Pressed for Time donde la autora ensaya un cruce crítico entre los estudios de ciencia y tecnología (STS) y la teoría de la aceleración.


En lo personal ¿cuándo descubre esta línea de investigación y por qué le apasiona?

Mi primer acercamiento a los estudios formales del tiempo fue filosófico, a través de la obra de Edmund Husserl, particularmente con las Vorlesungen zur Phänomenologie des inneren Zeitbewußtseins (Lecciones de fenomenología de la conciencia interna del tiempo). Sin embargo, mi primer interés en el tiempo fue mucho menos estructurado y sistemático, viniendo de reflexiones que partieron y tuvieron una gran intensidad durante mi adolescencia. Se trataban desde luego de reflexiones que eran más bien intuiciones y pensamientos libres sobre este singular fenómeno que parece abarcarlo todo. Cuando comencé estudios formales de educación superior, la verdad no me interesé mayormente por el tiempo, sino en sociología teórica (especialmente, estructuralismo, teoría crítica e interaccionismo), para solo luego a nivel de magíster volver a preguntas sobre la naturaleza del tiempo como tal, en primer lugar, y posteriormente hacia preguntas más situadas sociológicamente, indagando diferencias entre conceptos modernos y premodernos de tiempo, procesos de secularización, racionalización, o diferenciación funcional que configuran nuestras comprensiones temporales actuales. En este sentido comencé a acercarme a preguntas sobre cómo los conceptos de tiempo que manejamos están vinculados a los procesos históricos en que se sitúan, complejizando la idea de un tiempo único o absoluto a lo que me gusta llamar la “temporalización del tiempo”.

¿De qué manera estudiar el tiempo en sociología nos ayuda a entender más a nuestra(s) sociedad(es)? 

El tiempo es una dimensión que cruza todos los niveles de nuestras vidas. Desde un nivel general puede ser visto como un mecanismo de coordinación social, es decir, usamos el tiempo para saber cuándo y por cuánto reunirnos, definir horarios laborales y de ocio, pero también es un aspecto cotidiano que se refleja en la distribución del tiempo en una dimensión más personal como dormir, estudiar, alimentarse o hacer deporte. En este sentido, la sociología del tiempo es una herramienta analítica que sirve para entender fenómenos de diversa naturaleza, tanto al nivel de la cultura como a en un plano más individual, ambos niveles inevitablemente enlazados.
Por otro lado, la actualidad de los cambios sociales y el ritmo acelerado que experimentan las sociedades actuales en diversas latitudes -en Chile es particularmente evidente hoy en día producto de la revuelta de 2019 y el cambio constitucional en curso- los tiempos involucrados en los procesos sociales, sus ritmos y frecuencias, ayudan a entender la premura o no de los cambios y la relevancia que tales reformas o transformaciones más profundas puedan tener. En este sentido las investigaciones sobre el tiempo hacen uso de términos recurrentes como velocidad, ritmos, frecuencias o sincronizaciones, para abordar la dimensión temporal envuelta en los procesos sociales.


Entre sus líneas de investigación también está la «teoría de aceleración». ¿Qué se entiende por «aceleración» en sociología?

El concepto de aceleración ha sido usualmente asociado a la física y, dicho muy esquemáticamente, refiere a la velocidad con que un objeto recorre una distancia de un punto A a B. Sin embargo, en sociología se remite a la velocidad con que se producen los cambios en las sociedades. La aceleración entonces puede ser vista en dos grandes niveles, por un lado, el nivel general que remite al aumento de velocidad de los medios de comunicación, transporte y comercio, así como, por otro lado, también al ritmo de vida de los sujetos que se ven muchas veces envueltos en ritmos frenéticos al tener que correr entre trabajo, cuidados domésticos, compras, viajes, estudios, redes y tantas otras actividades.

Una paradoja que aborda esta teoría es que las máquinas deberían liberarnos de tiempo al efectuar tareas por nosotros -computadores, pero también electrodomésticos (lavadoras, lavavajillas)- sin embargo, lejos de vernos con más tiempo, éste se invierte en nuevas -y crecientes- actividades ya sea para ser más competitivos a nivel laboral (capacitación, hacer un posgrado, MBA, aprender un segundo idioma) o más atractivos socialmente (aprender a tocar un instrumento musical, hacer deporte). Desde luego es posible responder a esta paradoja desde una dimensión crítica indicando que en el contexto de sociedades capitalistas la tecnología no va al servicio humano o que las lógicas del libre mercado te obligan a ‘invertir’ tu tiempo en desarrollarte (al estilo de un ‘empresario/a de sí mismo/a’). Esto, que en mi opinión es cierto, también reduce la complejidad de los usos del tiempo a través de la historia - aquí ciertamente podríamos extrapolar esto a prácticamente cualquier esfera: ciencia, economía, educación, política- proyectando explicaciones múltiples y que requieren estudio, a dos o tres variables (el capitalismo, el neoliberalismo).

Por último, quisiera apuntar brevemente que a un nivel histórico la tesis de la aceleración posee dos versiones normativas que explican su trayectoria. En una primera etapa, que en sociología suele denominarse ‘modernidad temprana’, la propuesta por avanzar cambios políticos y culturales en sociedades que transitaban a una formalidad democrática en Europa o procesos independentistas liberales en Latinoamérica, produjo una gama amplia de revoluciones tanto políticas como culturales y económicas que aceleraron en diferentes niveles el cambio social bajo la promesa de un mejor futuro. Esto se transforma en la modernidad ‘tardía’: el impulso digamos emancipador se ve ‘domesticado’ en la forma de un círculo de estabilización dinámica según el cual las sociedades deben crecer, expandiendo el consumo y la producción sin una promesa utópica detrás.

Cuéntenos un poco sobre su nuevo libro en Editorial Routledge «Temporal Regimes: Materiality, Politics, Technology».

Este libro es resultado de mi tesis doctoral en el Max Weber Kolleg de la Universidad de Erfurt. En relación a su posible público, es un libro que por su naturaleza debería llamar la atención de estudiantes y académicos interesados en las diferentes manifestaciones culturales y sociales del tiempo en la actualidad. Es un trabajo que aborda diversos modos de la experiencia temporal, a través de conceptos tales como utopía, progreso y aceleración, a nivel macro, pero también la multiplicidad de tiempos concretos, corporalizados distintivamente según género, clase o grupo etario. Se propone que tales diferencias, que no deben ser tratadas indistintamente, pueden sin embargo ser comprendidas bajo el concepto ‘marco’ de regímenes temporales. Es, por tanto, un libro que podría interesar a una gama amplia de investigadores que van desde teóricos sociales y de la cultura, a estudiosos de la ciencia y tecnología, como también estudiantes y académicos formados en teoría política y filosofía de la historia. Eso a nivel lectoría.

A nivel de contenidos, algo que he plasmado fuertemente en el libro es que de alguna forma el tiempo lejos de ser un valor abstracto es hoy por hoy algo más parecido a un commodity, o incluso a un asset usado para medir concretamente la distribución de recursos, riesgos, proyecciones y balances. Por dar un par de ejemplos, las compañías aseguradoras, pero también los estados cuando están vinculados directa o indirectamente a dichos seguros, operan con estimaciones claras del tiempo individual (expectativas de vida, horas de trabajo, edad) que luego se traducen en definiciones de precios y pólizas (¿a qué costo? ¿por cuánto tiempo?). O las cadenas de producción que usan el vector temporal como un argumento a favor o en contra de la automatización de procesos productivos. En muchos casos la ganancia o pérdida de tiempo es un factor -junto a otros por supuesto, como la seguridad, eficiencia, agotamiento del trabajo humano- para evaluar la introducción o no de mayor automatización en ciertos sectores de la industria.
Todo lo anterior me lleva a pensar en un tiempo material, con enlazamientos precisos en la vida económica y política, pero también en el mundo biológico y el dominio conceptual, al cual no se le hace justicia si nos quedamos en una investigación que mantiene una definición formal y abstracta de la dimensión temporal.

¿Alguna otra arista que quisiera agregar?

Finalmente, solo me restaría agregar que los estudios sociales y culturales del tiempo nos muestran que este adopta diversas modalidades según cómo se enacta en situaciones concretas, así como teóricas. En otras palabras, es muy difícil hoy en día sostener la tesis de una temporalidad homogénea -cuantificable, medible, absoluta- ya que los estudios nos indican que estamos en presencia de múltiples manifestaciones temporales que no son ni naturales ni esenciales, a la vez que no son solo contingencia. El desafío para quienes nos interesamos en estos temas, es a mí juicio, precisamente hacer justicia a esa diversidad no relativa.

¡Muchísimas gracias, profesor!